Por : Ec.Carlos Pachito Alvarado
En nuestro mundo moderno, diverso en todas sus formas, plagado de millones de injusticias de todas las dimensiones, en donde el ser pobre, o ser parte del estrato mayoritario de la humanidad, le roba al hombre la posibilidad de ser identificado con el valor supremo del respeto a su vida y a su dignidad; desconocido, invisible y carente de los recursos necesarios para defenderse de los enemigos que se erigen en árbitros de su vida y de sus desdichas, el hombre invisible ante los poderes, desciende gradualmente a los abismos de la extinción forzada.
En los días de la pandemia, se han escrito paginas demasiado cruentas, cuyos protagonistas víctimas de todos los sacrificios, son los débiles e indefensos de la tierra. A lo largo y ancho del mundo; Brasil, Ecuador, Colombia, México, Nigeria, Congo, India, Laos, o Azerbaiyán, en el primero o en el ultimo de los mundos existentes, el rostro del libre mercado y de la especulación en el servicio de la salud, se ha convertido en la principal adarga que hiere de muerte la precaria salud de los pobres del mundo. En inmensos países como Estados Unidos, la enfermedad de un inmigrante desconocido y carente de los mínimos derechos, es una sentencia cruenta que puede costar la vida. En Brasil, las clínicas y hospitales privados obligan a los pobres a vender sus precarias propiedades, en general la única, como la casita en donde viven, para cubrir una parte de las fortunas que cuestan operaciones y tratamientos, que deben ser atendidas por el Estado.
En Ecuador, las mafias de la salud, camuflados en Hospitales privados reconocidos y prestigiosos, ejecutan la sentencia mas letal ante las dolencias y enfermedades de los débiles de la tierra. Si no se depositan las fortunas que exigen los médicos, el paciente no se opera y debe morir. En la India, en Colombia y en todos los pises en donde el capitalismo y la ley del mas fuerte, rige, como péndulo de la convivencia, las mafias de la salud, disfrazadas de mandiles blancos, le roban a los pobres el derecho a vivir. Médicos inhumanos, que habiendo usurpado el dinero público, se formaron con la especifica misión de salvar la vida a sus semejantes, han convertido sus oficios en tareas especulativa y criminales, ante las cuales no existe ley en el mundo, capaz de sancionar y llevarlas a la justicia.
El caso de Gregoria, en Brasil, quien debió vender su casa para pagar 256.000 reales (cerca de 50.000 Dólares US); de Nubia en Colombia que necesitó hipotecar su rancho, para comprar medicinas; Herminia de Ecuador, que a los 90 años es obligada a trabajar, para pagar el Seguro Social Ecuatoriano. Estos casos puntuales, se repiten por millones en nuestros países; la ausencia de humanidad, característica del libre mercado y de la iniciativa privada, convierte el dolor del hombre, de la mujer y de los niños más débiles e indefensos, en escarnio envilecedor, alimentado por el orden capitalista de explotación y de muerte.
Las mafias de la salud, en contubernio con los gobiernos y agencias estatales, operan con libertad y legitimidad. Nadie los controla, ni ejercen sanción contra estos emporios de la muerte, que incluyen farmacéuticas, laboratorios, agentes intermediarios, ministros y legislaciones.
Yo llamo al mundo, a quienes aún pretenden pertenecer a una civilización moribunda, a levantar nuestra voz para defender la vida de los débiles. Yo levanto mi voz en oración y en arenga contra las injusticas del sistema que nos identifica, esto es el sistema capitalista de muerte.