Por: Ec.Carlos Pachito Alvarado
En las montañas de Asia central, enclavado entre Irán, Pakistán, China y los países de Asia central, existe un país formado por múltiples etnias y culturas diversas; sin salida al mar, con enormes recursos minerales inexplotados por la gravedad de la guerra y la geografía recóndita e inaccesible en muchos tramos.
En 1979 La unión soviética invadió la República islámica de Afganistán, empezando lo que se puede conceptuar como la era del martirio del pueblo Afgano. Si bien el gobierno socialista de Barack Karmal (1979- 1986) logró muy importantes reformas sociales, que incorporaron a las mujeres afganas en todos los ámbitos de la vida social y económica, no le fue posible controlar las ingentes rebeliones de los grupos sectarios radicales, financiados por estados Unidos, Arabia saudita, Pakistán y China. Los 10 años de presencia Soviética en Afganistán, estimularon la división del país en pequeños santuarios de la violencia y de la anarquía, además de permitir la organización de una lucha guerrillera, que dará lugar a la organización Talibán (estudiantes del Coran y de la sharía).
La realidad presente de Afganistán es la conclusión de la desidia y la hipocresía de la diplomacia internacional y de la política exterior americana. Las declaraciones del presidente Joe Biden ,(1) reflejan la estructura de la visión Estadounidense del resto de países del “tercer mundo”. El compromiso americano, es conseguir los objetivos muy próximos a su peculiar interés al margen de otro interés que no sea la hegemonía. La presencia norteamericana durante 20 años en Afganistán tuvo dos consecuencias funestas: el fortalecimiento de los radicales Talibanes, y la beatificación de un Estado y un gobierno saturado de corrupción, la población fue el mártir silenciosos de este doble crimen.
El retiro de las tropas norteamericanas de Afganistán, obedece a la presión de las empresas y de los grandes contribuyentes de este país, quienes examinan la inutilidad de seguir en Afganistán y pagar el alto coste de esta presencia a través de sus impuestos, sin resultados económicos inmediatos.
Los talibanes, cuyas razones se amparan en la fuerza y en el terror violento, tienen dos aliados fundaméntales en las decisiones del Consejo Permanente de Seguridad de Naciones Unidas, China y Rusia; principales abastecedores de armas y financiamiento, los dos países deciden la suerte del Afganistán de hoy en el Consejo.
El costo humano es feroz y cruel: más de 7 millones de afganos han escapado del país, las niñas y las mujeres son recluidas en los calabozos de la invisibilidad y el menosprecio residual; violadas y ultrajadas por la sharía, ellas son las mártires mas desdichadas de la indiferencia y de la inhumanidad del mundo occidental.
La Union europea se pregunta si debe o no tener relaciones con los Talibanes, en un acto de extrema insensatez y discordancia de sus valores. Conociendo los antecedentes de estas fuerzas violentas que gobiernan hoy Afganistán y la ninguna respuesta de las potencias que gobiernan el mundo, podemos entender el dantesco presente que vive este pueblo, y el horror de despertarse cada día para contar los minutos que aún quedan por vivir.
1 «Entramos en Afganistán hace casi 20 años, con unos objetivos claros», dijo Biden desde la Casa Blanca, al referirse a los dos motivos que oficialmente llevaron a EE. UU. a declarar la guerra en un primer momento: dar caza a los autores de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y evitar nuevos ataques desde suelo afgano. “Nuestra misión en Afganistán nunca fue construir un país”, subrayó” Voz de América: www.vozdeamerica.com/noticias-internacional/biden-aborda